Fuentes indican que Altman contactó con Stoke Space, una startup en rápido crecimiento fundada por exingenieros de Blue Origin, ofreciéndole una serie de inversiones de capital a cambio de una participación mayoritaria.

Stoke se especializa en cohetes totalmente reutilizables, un santo grial tecnológico que Altman considera esencial para un futuro impulsado por la IA.

Se dice que las conversaciones finalmente fracasaron, pero no sin antes demostrar su seriedad respecto a la transición hacia la infraestructura orbital.

Según informes, las ambiciones de Altman van más allá del lanzamiento de cohetes, y que ha planteado abiertamente la idea de construir centros de datos de IA en el espacio, argumentando que la Tierra podría no ser el mejor hogar a largo plazo para los clústeres de alta densidad de computación necesarios para entrenar y operar modelos masivos de IA.

Recientemente bromeó:

'Quizás construyamos una gran esfera de Dyson alrededor del sistema solar'.

Esta visión refleja las ideas emergentes en las grandes tecnológicas.

La computación espacial está pasando rápidamente de la ciencia ficción a la estrategia, ya que Google y Planet Labs ya acordaron lanzar dos satélites equipados con chips de IA de Google para 2027, mientras que Musk y Bezos insinuaron que la computación extraplanetaria será una necesidad futura.

Este momento también llega en un instante en que OpenAI se enfrenta a una presión cada vez mayor. El auge de Gemini 3 desató una alarma dentro de la empresa.

Sus previsiones financieras siguen siendo desalentadoras y su rival Anthropic está acelerando su crecimiento a un ritmo récord. Aún así, Altman insiste en que la creciente base de usuarios de OpenAI, que ya supera los 800 millones semanales, consolida a la empresa.